Víctor Rodríguez. Enviado especial de El Comercio. Viernes 5 de junio de 1970.
La mayor pesadilla de los Andes es un recuerdo que flota en la memoria como un fantasma. Se refiere a cuarenta segundos fatídicos de hace treinta y ocho años. La contabilidad de las tragedias nacionales lo pinta brutal: una ciudad desaparecida, poblaciones sepultadas, un miedo que casi cuatro décadas después todavía reaparece cuando nuevos golpes sacuden al país.
El terremoto del 31 de mayo de 1970, un cataclismo de 7,8 grados en la escala de Richter, abrió grietas profundas en el lomo de la cordillera y en el destino de una nación. Los pocos sobrevivientes de la zona más afectada y primeros testigos dejaron relatos temblorosos de aquellos momentos. Muchos quedaron registrados en las páginas de El Comercio.
Los enviados especiales de este Diario fueron de los primeros en llegar a una región devastada. Por sus ojos se fue descubriendo la tragedia en las primeras planas. "Terremoto en el norte", anunció la portada del día siguiente, "se teme que el número de víctimas sea muy elevado". "Hay más de mil muertos", advirtió el titular de la segunda mañana.
Para el tercer día, las previsiones de descalabraron: "30 mil son nuestros muertos", clamó la primera página. Las desgracias venían repartidas desde Chimbote, Trujillo y, sobre todo, del Callejón de Huaylas. Llegaban de a pocos, por el corte de las comunicaciones, pero traían las voces necesarias para comprender el panorama.
"Hemos pasado la noche más triste de nuestra vida -declaró el alcalde de Huaraz-. En una infatigable jornada, que comenzó desde el momento de producirse el movimiento telúrico, grupos de voluntarios no dejaron de prestar auxilio a los heridos, rescatar cadáveres y proteger a mujeres aterradas y niños indefensos".
Las fotografías de esos días tremendos mostraban un panorama insólito: en el Callejón de Huaylas los escombros de una ciudad aprisionaban decenas de cadáveres sin sepultura, en Chimbote había gente que por necesidad debió refugiarse en construcciones derruidas, en Huarmey los pobladores se arriesgaban a cruzar un puente a punto de colapsar. Frases apocalípticas encabezaban las informaciones: "Luego del terremoto, siniestros aluviones cubrieron los pueblos", "Casi está en ruinas la ciudad de Huaraz", "Huaraz ofrece pavoroso aspecto".
Un dramático mensaje radial fue captado por breves minutos, ayer por la mañana, procedente de Huallanca. Decía: "Tuvimos un amanecer de terror. La tierra sigue temblando. Los cerros se desmoronan estrepitosamente. Una espesa nube de polvo cubre toda la región. La gente muere asfixiada". Y aquí se cortó bruscamente la comunicación. Asimismo, se supo que el caserío de Ampay, en la provincia de Bolognesi, había desaparecido totalmente. Una comisión que llegó a Barranca, viajando 24 horas a pie por los cerros, informó que de las tres mil casas que había en Ocros, solo 5 se mantenían en pie, entre las rocas y piedras de los cerros aledaños. Sobre otros pintorescos pueblecitos y caseríos del Callejón de Huaylas no se sabe nada. En cambio hay noticias sobre 23 muertos en Trujillo y sus distritos. En Huaraz la situación es desesperante. Faltan manos para sepultar los cadáveres, que en algunos barrios han entrado en descomposición. El hambre comienza a dejar sentir sus efectos. Se teme el desarrollo de alguna epidemia.
El Comercio, miércoles 3 de junio de 1970.
El reportero Javier Ascue, enviado por este Diario, fue el primero que llegó a Yungay. Había cruzado a pie las heladas punas de Áncash para constatar con sus propios ojos lo que había pasado. La señal de que iba en la dirección correcta fue el olor de los cadáveres que puso sus sentidos en alerta.
Al principio apuntaba los cuerpos que iba encontrando. Dejó de hacerlo cuando resbaló sobre una montaña de cuerpos abiertos. "Me queda el trauma de saltar cuando siento algo blando", dijo hace un tiempo, al recordar esa experiencia. Poco después encontró las palmeras enterradas que eran ya el último signo de lo que había sido una ciudad.
La población de Yungay estaba calculada en 25 mil personas. La vesania de esa historia era que por esos días se había organizado una feria comercial que reunía a pobladores de otras tres ciudades cercanas. De esa multitud, solo sobrevivieron 92 personas. Fueron las que alcanzaron la altura de algunos cerros para escapar del alud. El resto pereció bajo 50 millones de toneladas métricas de hielo y piedras. A una velocidad de 300 kilómetros por hora, esa masa fue tan letal como un arma de destrucción masiva.
"Casi me vuelvo loco, escuchaba voces que me pedían ayuda desde abajo, lloraba cuando los niños me preguntaban por sus madres, dormí una noche a la intemperie y no soporté más", ha contado Ascue sobre sí mismo. Su angustia de testigo no era exagerada: 20 mil huérfanos tuvieron que iniciar una vida distinta desde esa fecha.
Por ser nuestro territorio definitivamente sísmico, por estar en zonas de fallas geológicas, en las que los temblores y terremotos se originan, las edificaciones de nuestras ciudades deben ser asísmicas. Ciento por ciento asísmicas. La arquitectura está muy avanzada en ese sentido y puede garantizar construcciones resistentes.
Si a lo largo de una centuria ocurren como media docena de terremotos en el Perú, este fatídico accidente justificaría a plenitud un reglamento que obligase a los constructores de edificios, en la medida en que los problemas de orden financiero lo permitan, a incluir en sus obras como primer requisito el diseño asísmico, no solo en Lima sino en todas las ciudades del país. Será una prudente manera de aprovechar la enseñanza dejada por la desgracia.
Editorial de El Comercio, martes 2 de junio.
La conciencia se manifestó al mismo tiempo que las noticias desde el frente de infortunio. "El tiempo está mostrando las gigantescas proporciones del desastre", señaló un editorial del decano de la prensa nacional. Entonces tomaban cuerpo las evidentes fallas de previsión y, de paso, de organización para responder a las tragedias. "En el Perú está por escribirse la epopeya del hombre que sobrevive como los peces de peña, como los líquenes aferrados a las rocas", dijo en términos más poéticos un columnista nuestro de esos días.
Y, sin embargo, el país se movilizó de inmediato, como en cada llamado del dolor. Cuando ochenta paracaidistas del Ejército y la Guardia Civil tomaron el control de la zona, el drama fue paliado con actividades y gestos de solidaridad.
El Comercio puso a disposición del público su sistema radial para facilitar la comunicación entre familias separadas. La Universidad de San Marcos publicó un comunicado en que anunciaba la donación de un día de trabajo por parte de todos sus trabajadores. La Sociedad Nacional de Pesquería se comprometió a donar cien millones de soles, que serían cubiertos con aporte de las entonces poderosas empresas de harina de pescado. Incluso la selección peruana de fútbol, que por esos días disputaba el campeonato mundial de México, anunció desde allá que enviaría 11 mil dólares, salidos de las primas que le correspondían a cada jugador por su participación.
Los testigos de ese tiempo, los que se salvaron de la desgracia o quienes la vivieron de lejos, recuerdan el gesto como uno de los atenuantes del dolor en días tan trágicos. El Comercio lo consignó como un signo de esperanza.
Pese al sentimiento que embarga ahora al pueblo peruano por la tragedia sísmica que ha enlutado muchos hogares, en Lima y se sabe también que en algunas provincias se desbordó la alegría por el triunfo de nuestra selección frente al elenco búlgaro en su primera presentación en el Mundial de Fútbol de México. Los muchachos peruanos dieron el mejor paliativo para el dolor que embarga al Perú por la tragedia. En esta capital, desde las 4 de la tarde, la gente se "guardó" en sus casas o también en los bares y bodegas, donde hubo receptores de televisión para no perderse ni un minuto las incidencias del encuentro Cuando en las ondas sonoras se escuchó el pitazo final con el triunfo de Perú, la gente se lanzó a las calles para celebrar el triunfo. El ambiente que se vio el día anterior por la tragedia del sismo, lleno de melancolía y pesar, dio un vuelco increíble.
Por: David Hidalgo Vega
5 comentarios:
ASI ES DIOS..
DE DIOS NADIE SE BURLA
DIOS ES EL VENGADOR
SE HACE LA PERFECTA VOLUNTAD DE DIOS LE GUSTE O NO LE GUSTE
PODEROSO JESUS GRACIAS POR TU AMOR!
el dia que te toque ahi clamaras a dios....
Dios no es ningun vengador sino no seria Dios,
el es la esperanza de todos, él ser supremo que predico amor y perdón...las desgracias pasan y seguiran pasando, despues de tantos años este evento seguira marcando las vidas de todos los peruanos y sobre todo de los que vivimos aqui en el nuevo Yungay...
mi papa se ha traumado por este terremoto porque desde que lo vivio a vivido la peor experiencia de su vida y cada vez que hay un temblor se va corriendo rapido y recuerd lo
que ha vivido en ese tiempo y parece que asi seguira porque ese terremoto en verdad fue orrible
como mi papa veia a la gente morir con su familia , veia que todo se derrumbaba y creo que esta arrepentido de sobrrevivir el vivio todo eso y por eso es que se va corriendo en los temblores asustado y mirando atras
creo que fue la peor experiencia de su vida
jamas le conte de esto y estoy pensando en contarle pero o se coomo no quiero hacerlo llorar :(
lo amo muchooo
y no quiero que vuelva A RECORDADAR ese momento
tan horrible
adioss eso era lo unico que queria contar y si alguien tiene mas informacion sobre el terremoto enviela a esta pagina.
Yo vivo en Noruga en la costa del sur y recien tuvimos un temblor de 3.1. Esto me hace recodar del 31 de Mayo del 1970.
Yo estaba embarcado en el Stolt Sagona. Ese dia dalimos del puerto de Salavery a las 11:30 con direcion para el norte. Justo cuando esabamos terminando de tomar cafe comenzo a temblar el barco. Creiamos que se hiba qebrar. El telegrafista probo de llamar a las estaciones de la costa para saver habia naves que necesitaban ayuda, pero las estaciones estaban mudas.
Despues supimos de lo que habia pasado. Fue una tragedia.
Siempre volviamos a Peru para cargar aceite de pescado y Chimbote era uno de los puertos.
Yo nunca estuve en tierra en Chimbote porque ancabamos en mar y nos traian la carga en chalupas.
Ahora veo por las fotos que Chimbote "resusito" despues de la tragedia del 70.
Ya van hacer 42 años que pasaron, pero de Chimbote nunca me voy a olvidar. A Chmbote y los chmbotanos los llevo en el pecho.
Les saluda un jefe de maquinas de la cota noruga.
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