Interesado por los relatos respecto al salvajismo conque actuaron los militares chilenos en Chimbote durante la Guerra con Chile, me puse a revisar escritos chilenos y encontré interesantes notas sobre la barbarie de la que se habla y que fue personificada por el militar chileno Patricio Lynch.
Dentro de la historia del Perú, Patricio Lynch ha quedado marcado como uno de los más odiados personajes de la Guerra del Pacífico. El historiador Rubén Vargas Ugarte describe a la expedición con las siguientes palabras: "La expedición se puso a las ordenes de Patricio Lynch, cuyo nombre pasará como el de Átila, como sinónimo de robo, crueldad y barbarie".
Pero las criticas no terminan ahí, algunos historiadores chilenos registran las siguientes apreciaciones sobre la expedición del militar chileno: "no había podido, a la verdad, idearse, ni aun dentro de un cerebro enfermo empresa mas fuera de razón, de propósito i de oportunidad, sin tomar en cuenta la implícita barbarie que a toda expedición de destrucción de propiedades va afecta, sea en el mar o sea en tierra firme. Ívamos a resucitar los días de los corsarios en nuestro propio suelo, cuando el mundo entero, de común acuerdo, acababa de abolirlos.."
Para algunos historiadores contemporaneos, se trataba de "... un mercenario irlandés al servicio de Chile, que lanzó una serie de correrías a lo largo de la costa norte del Perú con el doble objeto de pillaje y destrucción del espíritu de guerra del Perú".
La expedición dirigida por Lynch, luego de desembarcar en Chimbote, realizó un raid hacia el interior, en demanda de los ingenios de azúcar. Luego desembarcó en Paita, Chocope, Acospe, San Pedro de Pacasmayo, etc. Los muelles donde era posible el desembarco de material de guerra eran destruidos, lo mismo las estaciones y vías férreas.
El Ferrocarril Chimbote-Tablones-Huallanca lo utilizaron para destruir la hacienda Palo Seco de don Dionisio Derteano, quemar siete locomotoras y arruinar luego la propia vía. Lynch destruyó plantaciones de algodón y de azúcar, e incendió estructuras públicas, mató ganado, liberó a chinos coolies, generando tumultos de éstos a su partida.
Exigió tributos y rescates entre los propietarios. Las propiedades extranjeras generalmente eran respetadas por Lynch, posibilitando a varios peruanos proteger sus propiedades al transferir éstas a extranjeros antes del arribo de las fuerzas chilenas.
Los objetivos de la Expedición Lynch han quedado registrados : distraer las fuerzas concentradas en Lima, llamando la atención a distintos puntos donde las fuerzas chilenas desembarcarían; imponer contribuciones de guerra en los pueblos próximos a la costa y algunos del interior, para atender con ellos el mantenimiento del ejército chileno y producir el pánico de la guerra en las poblaciones más comerciales del Perú.
Asimismo, hacer sentir las consecuencias de la guerra a los acaudalados del norte del Perú y mantener el espíritu público en Chile. Provocar en Lima tal vez una revolución con los cargos que la impunidad de las operaciones harían nacer contra la imprevisión del gobierno de Piérola. El Ministro chileno Vergara, aparte de los objetivos anteriormente indicados ordenó la destrucción de todo el sistema ferroviario en el norte del Perú.
En una carta que dirige Lynch a sus superiores, detallando los siniestros planes de la Expedición, se puede leer: "Por distar Huarmey sólo dos leguas de Chancay, término del ferrocarril de Lima al norte por la costa, y mediar una distancia de 20 leguas de Huarmey a Huaraz, si se viera algún peligro para la internación de la división, se dirigiría sin perder tiempo a Chimbote, para desembarcar en ese magnífico puerto, que sirve hoy al comercio de Lima y Callao, después de imponerle la correspondiente contribución de guerra, marcharían por la costa sobre Trujillo, que dista quince leguas de Chimbote, pasando por Virú y Moche, puertos que cuentan con toda clase de recursos".
Benjamín Vicuña Mackenna, documenta el manifiesto de embarque del botín de guerra de Lynch, llegando a las siguientes cantidades: "En cuanto al botín de Guerra, que ni la riqueza, ni la moralidad, ni el buen nombre de Chile para nada necesitaba....consistía aquel en definitiva en unos tres mil sacos de azúcar, 700 a 800 sacos de arroz, 500 pacas de algodón, 17 bultos de chafalonía de plata, 29,050 libras esterlinas en jiros sobre Europa, que no sabemos si fueron alguna vez cubiertos, 11,428 pesos plata, cinco mil soles papel, i cuatrocientos chinos de lo peor de la raza amarilla que desde entonces comenzó a invadir desde Arica los puertos de Chile, sin hacer cuenta de una infinidad de pequeños artefactos o ingredientes que por rubor no nombrarlos".
En las actas de la sesión secreta del Senado Chileno llevada cabo el 29 de Septiembre de 1880, se lee: «A juicio de Su Señoría, esas operaciones eran indignas de nuestro ejército y constituían una verdadera deshonra para la República, para su grandeza moral y su historia futura».